lunes, 23 de abril de 2018

Los cerdos están en su corral

No discriminar, todo el mundo merece oportunidades, el amor lo cura todo.

El perdón es el predicado de muchas doctrinas, tal parece que es uno los más extendidos medios para lograr la ataraxia. Pero para llegar ahí, para perfeccionar se requiere de práctica, y valla que si eres dotado te requerirá media vida.
¿Qué se puede esperar de un ser que crece y se desarrolla en una sociedad tan enferma y podrida?
Intolerancia por aquí y por allá, mentiras, engaños, corrupción dolo y mala fé contra aquellos que algún momento juraste amar y respetar.
En el entorno laboral, competencia desleal, poca o nula cooperación, intriga, demérito y nulo sentido del verdadero significado de la sinérgia, del bien mayor, completa ignorancia de que los límites de nuestras capacidades, y todo aquello que podemos lograr como humanos y compañeros está fuera de nuestra imaginación.

También yo he pecado, arrastro el lastre de mi pasado, y mis cicatrices aún sangran cuando intendo cambiar de postura, mi espíritu se fracturó algunas veces, y sané sin férula ni soporte. Pero mi tribu no me dejó a los lobos. La compañía de algunos libros y las historias me hicieron ver que existe más en las personas, que no somos solo la mierda que nos cubre, que solo nuestra mirada pretende ser salvaje y agresiva, porque así funcionó las últimas decenas de años, pero nuestras almas pueden tocarse, cuando la verdad, cansada de golpearnos el rostro se aleja un poco y así podemos apreciarla mejor. ¿qué necesidad de tener la boca llena de sangre?

Conocí a personas que fingían estar bien, y aparentar ser funcionales, cuando su verdadero e inconsciente propósito era hundirte en su pozo de brea. Resultaron víctimas de las enfermedades de sus ascendientes, de las enfermedades de la pobre e ingnorante sociedad que les dió cuna, personas que sin duda hubieran sido brillantes, por sus capacidades, ¿y qué culpa tienen?

Ahora solo sirven de carne de cañón, de combustible para la maquinaría del capitalismo, de voto duro para el PRI, de consumidores de televisión, de ratas condenadas a la extinción cuando los últimos bienes universales sean privatizados sumiendolos en la miseria.

No perdoné el rechazo, ofrecí un destino diferente y no me duele que me dijeran que no. Me duele el futuro que pretendí evitarle.

Ahora veo que no es tan simple, pensando más ambiciosamente se requieren de varias vidas para completar la obra, vidas de trabajo duro y objetivos claros, dejarse de dar perlas a los cerdos.

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