domingo, 27 de noviembre de 2011

Viento...

   Sujetas fuertemente el corazón contra el pecho... acabas de abrir los ojos y sabes que tienes algo que hacer, más aún no recuerdas que es... solo se escucha el silbido del viento que corta la vegetación de la inclinada ladera, es fuerte, pero lejano, después de los gruesos muros de la cabaña.
   Sientes frío, te has descubierto muy rápido, a través de la gruesa cortina entra una luz azul, que dibuja el contorno de las botas junto a la cama. Y entonces te das cuenta de que son más de la seis de la tarde. Y que es justo el momento de salir.
    El suelo está helado, pero sabes que es inútil prolongar descender, finalmente, las cosas están dispuestas sobre el tocador, y diez minutos han sido suficientes para atravesar el portal. Maleta y casco en una misma mano, cierras detrás tuyo, y giras al patio central revuelto de hojarasca, a contraluz, con la sinuosa danza de las  sombras de los árboles en el ocaso de este día que comienza y termina en un mismo momento. ¿cuando comenzaste a vivir así?
   Te das cuenta de la verdadera potencia del viento, el olor de la humedad, la tierra, y la vegetación, lo sientes contra la ropa, y acariciando tu rostro, lo escuchas resonar en cada rincón de tu paisaje, lo observas en forma de llamas mover fondo del valle, y te eleva entre giros, con libertad, sin temor... todo es distinto. Entonces das el primer paso.

1 comentario:

Jean Reyes dijo...

Homenajeas al viento para que no se lleve tus palabras...

Has tenido exito amigo!

Yo te sigo :)

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