domingo, 27 de noviembre de 2011

Viento...

   Sujetas fuertemente el corazón contra el pecho... acabas de abrir los ojos y sabes que tienes algo que hacer, más aún no recuerdas que es... solo se escucha el silbido del viento que corta la vegetación de la inclinada ladera, es fuerte, pero lejano, después de los gruesos muros de la cabaña.
   Sientes frío, te has descubierto muy rápido, a través de la gruesa cortina entra una luz azul, que dibuja el contorno de las botas junto a la cama. Y entonces te das cuenta de que son más de la seis de la tarde. Y que es justo el momento de salir.
    El suelo está helado, pero sabes que es inútil prolongar descender, finalmente, las cosas están dispuestas sobre el tocador, y diez minutos han sido suficientes para atravesar el portal. Maleta y casco en una misma mano, cierras detrás tuyo, y giras al patio central revuelto de hojarasca, a contraluz, con la sinuosa danza de las  sombras de los árboles en el ocaso de este día que comienza y termina en un mismo momento. ¿cuando comenzaste a vivir así?
   Te das cuenta de la verdadera potencia del viento, el olor de la humedad, la tierra, y la vegetación, lo sientes contra la ropa, y acariciando tu rostro, lo escuchas resonar en cada rincón de tu paisaje, lo observas en forma de llamas mover fondo del valle, y te eleva entre giros, con libertad, sin temor... todo es distinto. Entonces das el primer paso.

sábado, 19 de noviembre de 2011

A oscuras.












Desperté por la mañana, aún no había amanecido, pero al menos la "luz" ya había "llegado". Cuarto a las Seis, son 15 minutos después de lo que había planeado levantarme, pero aún así buen tiempo para arreglar lo que es necesario para trabajar.








Tengo en Tecolotlán más de una semana, he llegado recién de Zapo, lugar bastante agradable al cuál había llegado hacia ya cuatro meses, y del cual no pensaba irme en un rato; pero uno propone y Dios dispone.








Esta sección de la vida, ... bueno, en particular esta que me ha tocado vivir, comenzó a finales de septiembre del año pasado, recuerdo perfectamente la luna llena, y el silencio que acompañó la soledad de mi hogar, esa noche, y otras tantas, largas y nostálgicas, con la mirada en el cielo, y la neblina en la mente, haciendo de las horas letargos sordos y fríos, anhelos difusos, con la sensación de vivir por existir... sin más.








Pasó... no sé cuanto, cada mañana fué como despertar de un sueño, y busqué en la oquedad de mis paredes una sonrrisa que aún no he visto, y que he extrañado como nada en el mundo. Fué entonces cuando supe, que fué en enero del 2010 cuando conocí al amor de mi vida, y que no había errado mi camino, por el simple hecho de que ella existe.








Pensando en una frase que leí, decidí hacer algo distinto, cambiar el rumbo y dejar de despertar cada mañana de ese sueño, fué difícil, se necesita la desición personal, pero sobre esto está la vía que Dios nos proporciona... y en ocaciones hay que esperar tanto, que resulta ser un verdadero reto a la paciencia, sobre todo en esos días eternos.








Dejé mi trabajo, y pedí mi pan de cada día, hice lo que sentí hacer, y ahora estoy mejor, he aprendido cosas nuevas, lugares y costumbres. Hice nuevas amistades y resolví algunos conflictos, he estado donde otros temen, y tomado decisiones al viento de lo que muchos dudarían.




No me quejo... unos días en un lugar sin electricidad me han servido para resolver algunas dudas, y hacerme otras tantas preguntas... el cambio es constante, y esto es solo el camino.








Jesús D.

Se busca una Victoria

Preparo y suelto las amarras, flamante y bella embarcación, sujeto fuerte mis almohadas, y dejo libre el corazón. Mi barco zarpa rumbo ...